Quisieron enterrarnos, pero no sabían que éramos semilla
proverbio mexicano
El domingo 2 de octubre de 2016, Marielle Franco –mujer, negra, socióloga, feminista, defensora de derechos humanos, bisexual, madre, nacida y crecida en la favela[1] de Maré– fue elegida como la quinta concejala más votada en Rio de Janeiro, el tercer colegio electoral más grande de Brasil. Fue su primera candidatura. Marielle no es la primera persona electa cuya identidad desafía al perfil político tradicionalista brasileño – en general, hombres blancos, ricos, heterosexuales y cisgénero. Nombres como Benedita da Silva, Leci Brandão y Antonieta de Barros le abrieron camino. Pero el éxito de la campaña de Marielle ocurrió tras las Jornadas de Junio de 2013 y la primavera feminista en Brasil, lideradas principalmente por activistas jóvenes, hito fundamental en la historia reciente del país.
Las movilizaciones que tomaron las calles – y las redes sociales – a partir de 2013 tuvo múltiples y complejas implicaciones para la política nacional. Sin duda, entre ellas, se incluye la destitución de la primera presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en agosto de 2016; la aglomeración de fuerzas en torno a la extrema derecha – que tuvo su auge con la elección de Jair Bolsonaro en 2018 – y el aumento de candidaturas con orientación feminista, sobre todo en las cámaras legislativas.
Las protestas que surgieron como respuesta al aumento del precio del transporte público fueron creciendo, abarcando demandas sustanciales en materia de representatividad, combate a la desigualdad, mejoras en los servicios públicos y nuevas formas de gobernanza más inclusivas y populares. En las elecciones de 2016, salieron electxs representantes políticxs en todo Brasil con agendas elaboradas en esta perspectiva. La cantidad de votos que Marielle recibió en una ciudad del tamaño de Rio de Janeiro – 46 mil – confirmó la existencia de un espacio político importante para la construcción de alternativas populares a las desigualdades históricas que marcan el país. Para nosotrxs, activistxs, se trataba de producir alternativas concretas a la política tradicional, así como una victoria importante frente a la fuerte ola conservadora que ya se iba formando en el horizonte más próximo. La visibilidad de un cuerpo femenino negro LGBTQIA+ ocupando un espacio de poder institucional hizo que nos brillaran los ojos y nos mostró otro futuro posible.
En su mandatA colectiva, llamada así para destacar la perspectiva feminista que organizaba su actuación política, trabajaban jóvenes, mujeres negras y personas trans. En poco más de un año como parlamentaria, su gabinete presentó un total de 16 proyectos, elaborados principalmente para garantizar derechos para mujeres, población negra, personas LGBTQIA+ y habitantes de las favelas. Marielle también denunció la violencia policial en Rio. Anterior a su candidatura, trabajó con organizaciones de base en la favela de Maré y, por diez años, en la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa de Rio de Janeiro, donde acompañó directamente a víctimas de violaciones cometidas por el Estado. Pese a las adversidades, no se dejó derribar y luchó para sí misma y para las demás.
Los nueve disparos al coche donde ella se encontraba en Rio de Janeiro la noche del 14 de marzo de 2018 – cuatro de ellos alcanzaron su cabeza – y que mataron también el chófer Anderson Gomes, escandalizaron el mundo. Asesinaron una consejera en pleno ejercicio de su mandato en una de las ciudades más grandes del país, pero también a la madre de Luyara, la novia de Mônica, la hermana de Anielle y la hija de Doña Marinete y del Señor Antônio. Interrumpieron la trayectoria ascendente de una activista que se había convertido en una referencia, enviando un mensaje claro: “no se atrevan a disputar los espacios de poder”.
Tres meses antes del asesinato de Marielle Franco, un informe de Amnistía Internacional mostró que Brasil era el país de las Américas con más asesinatos de personas defensoras de derechos humanos. Las mujeres defensoras sufren formas particulares de violencia, ya que sus activismos suelen percibirse como desafíos a las nociones tradicionales de familia y género. La muerte de Marielle expone la vulnerabilidad en Brasil de quienes no sólo encarnan en sus cuerpos el cuestionamiento a la hegemonía de la blanquitud, de la heteronormatividad, del patriarcado, del colonialismo y del capitalismo, sino además se movilizan y accionan contra estos sistemas.
Sin embargo, el luto por su muerte desbordó y se transformó en lucha. El dolor y la revuelta frente a aquella aniquilación abrupta y violenta recorrieron las venas de las activistas del país entero. Se encendió una resistencia que, entre otras cosas, busca respuestas y responsables del crimen y el avances y profundización en la agenda política que ella representaba y defendía. Marielle es una semilla que da fruto. Su nombre representa el respeto a la voz femenina negra, periférica y LGBTQIA+ luchando por derechos.
Nuestra rabia colectiva dio impulso a una cantidad creciente y sin precedentes de candidaturas electas en todo el país que representan identidades históricamente excluidas. Tomamos las calles exigiendo justicia para Marielle y Anderson. Sus nombres y causas se hicieron conocidas en todo el mundo. El año pasado, Monica Benicio, pareja de Marielle Franco, fue elegida concejala en Rio de Janeiro y siguió demandando soluciones para el crimen. Asimismo, sus padres, su hermana e su hija fundaron el Instituto Marielle Franco para cultivar su legado, defender su memoria, exigir justicia y apoyar a personas negras y de la favela quienes, como Marielle, quieran hacen cambios en las estructuras políticas del país. En las elecciones municipales de 2020, el Instituto lanzó la Agenda Marielle, para personas candidatas que quieran comprometerse con causas antirracistas y feministas en Brasil. Se han elegido ochenta y una personas. Si querían eliminar a Marielle, consiguieron todo lo contrario.
En el tercer aniversario de su asesinato, cometido seis días después del Día Internacional de las Mujeres, nos sumamos a las movilizaciones de este mes de Marzo, tan importantes para el horizonte feminista y el de las mujeres para reflexionar sobre su legado y su agenda. Nuestros desafíos son enormes. Pero, desde nuestros diferentes contextos, seguimos con firmeza en nuestros campos de acción. Somos mujeres indígenas que defendemos nuestros territorios y nuestros cuerpos agredidos por el racismo, el machismo y el capitalismo que quiere explotar y extraer riquezas de nuestras tierras, bosques y aguas. En medio de la pandemia COVID-19, los invasores traen el virus y deforestan nuestras comunidades.
Somos feministas antirracistas que luchan en contra de las manifestaciones perversas del racismo estructural en Brasil incluyendo el homicidio de jóvenes negros, la desigualdad salarial, la violencia de género y el feminicidio, siendo las mujeres negras las principales víctimas de este crimen. La crisis sanitaria ya mató a más de 278 mil personas en el país y los estudios muestran que las personas negras y mestizas tienen más probabilidades de infectarse y de ser hospitalizadas. Como activistas anti-punitivistas en Rio de Janeiro y en Belo Horizonte, actuamos para los derechos de mujeres cis y trans que tienen relación con el sistema carcelario y socio-educativo, sobre todo con adolescentes, negras, embarazadas, puérperas, lactantes y migrantes.
Somos periodistas comprometidas con los derechos humanos, dedicadas a dar voz a los llamados urgentes en contra de los sistemas de opresión. En un contexto en que la vida está cada vez más mediatizada por entornos virtuales – un proceso agudizado por el contexto pandémico – las mujeres, especialmente las mujeres negras y las personas no binarias, están expuestas a violencias y todo tipo de ataques en línea. Tenemos el compromiso de brindar espacios de aprendizaje y formación para que jóvenes negrxs e indígenxs accedan al mundo de la programación, como estrategia para incentivar la producción de tecnologías incluyentes y seguras para nosotrxs.
Somos muchxs y diversxs, pero estamos conectadxs en la defensa de los cuerpos más afectadxs por los sistemas de opresión y en la lucha por la equidad. Aunque surjan de lugares diferentes, nuestros activismos se cruzan inevitablemente con la trayectoria de Marielle y su legado, que resuena con muchas mujeres, generando vida, memoria y la continuidad de una lucha en contra de las injusticias y los intentos de aniquilación física y simbólica.
En octubre de 2018, el mismo año en que Marielle fue asesinada, Jair Bolsonaro, un ex-capitán del ejército que pasó 30 años como diputado federal sin jamás tener un proyecto de ley aprobado y que hasta entonces sólo aparecía en los noticieros llamando la atención con sus posicionamientos pro-dictadura militar, además de sus ataques contra mujeres y comunidades negras, indígenas, quilombolas y LGBTQIA+, fue elegido presidente de Brasil. La adhesión de la sociedad brasileña a su candidatura refleja un conservadurismo creciente y una naturalización de la violencia de Estado. Su elección es más un síntoma que una causa de nuestros problemas.
Durante su campaña, Bolsonaro prometió acabar con todas las formas de activismo. Desde entonces, personas defensoras de derechos humanos enfrentan cada vez más desafíos y el programa nacional, diseñado para protegerlas, se ha visto reducido y desmantelado. En 2019, 24 defensorxs del medio ambiente y territorio en Brasil fueron asesinadxs, entre las cuales 10 eran indígenxs. Este hecho coloca el país en el cuarto lugar del mundo entre los más violentos para activistas de derechos humanos. El silencio de las autoridades, que hasta hoy no han dado respuesta a las preguntas “¿Quien ordenó la muerte de Marielle y Anderson? ¿Por qué?”, pronunciadas en tantas lenguas y rincones del mundo, indica que somos vulnerables y que los ataques a nuestros cuerpos siguen tolerándose en Brasil.
Entre 2016 y 2020 –antes de las elecciones municipales– la violencia política aumentó un 37%, siendo un 76% de estos casos mujeres. Si bien, tras la muerte de Marielle, incrementaron las candidaturas exitosas de mujeres negras, trans, indígenas y LGBTQIA+, el contrataque ha sido fuerte. La compañera de partido y amiga de Marielle, Talíria Petrone, diputada federal y mujer negra, fue obligada a cambiar de ciudad el año pasado y se encuentra bajo protección, tras haber recibido amenazas de muerte. Después de las elecciones de 2020, se registraron varios casos de ataques racistas y transfóbicos contra personas electas. En la última semana de enero 2021, tres consejeras negras LGTBQIA+ – Erika Hilton, Carolina Iara e Samara Sosthenes – recibieron ataques y amenazas en São Paulo, incluyendo tres balazos disparados frente a la casa de Carolina, quién también se identifica como intersexual. Ellos insisten en intentar intimidarnos, pero nosotras continuaremos avanzando.
Para enfrentar este contexto de creciente conservadurismo, supresión de derechos e intentos de minar nuestras existencias, es importante apoyar las resistencias cotidianas producidas e impulsadas por mujeres negras, indígenas y periféricas en todos los espacios que les fueron negados históricamente. Apoyar estas rupturas en el sistema colonial implica asegurar recursos financieros y no financieros a niñas, jóvenes y mujeres negras, indígenas, quilombolas, LGBTQIA+ y antirracistas en sus territorios y dar continuidad al legado de Marielle y muchas otras. También impedir que la estructura que intenta cohibir nuestras existencias en toda su diversidad nos amedrente y saber transformar en afectos, diálogo y construcción colectiva el odio contra quienes defienden los derechos humanos.
Un día tras otro 14 de marzo, reafirmamos el llamado a la solidaridad internacional por el momento crítico que está atravesando Brasil. Asimismo, nos sumamos a la familia de Marielle y a sus infinitas semillas esparcidas por el mundo entero – especialmente en las periferias de nuestro país – para preguntar a las autoridades brasileñas: “¿Quién ordenó la muerte de Marielle y Anderson? ¿Por qué?”. Marzo, mes de lucha para las mujeres, se ha transformado también en un mes para exigir justicia para Marielle. Ella nos ha permitido mirar hacia el cielo y soñar otros futuros posibles hechos por y para nosotras.
Por ColetivA Teia, Minas Programam, Elas Existem, Rede Pelas Mulheres Indígenas, grupos apoyados por FRIDA | El Fondo de Jóvenes Feministas en Brasil; Amanda*, asesora de FRIDA en Brasil; y Letícia Vieira, Veronica Veloso y Juliana Câmara, equipe de FRIDA en Brasil.
*Nombre fictício para respetar su privacidad
[1] Favela es el nombre dado en Brasil a los asentamientos precarios o informales que crecen en torno o dentro mismo de las ciudades grandes del país. Este término portugués muy usado en Brasil es sinónimo de chabola o comuna, en castellano. Referencia https://es.wikipedia.org/wiki/Favela
Versão em português
Três anos depois e além: Marielle Franco é semente que floresce na nossa luta por justiça social
Eles tentaram nos entrrar, mal sabiam que éramos sementes
Provérbio mexicano
Foi no domingo 02 de outubro de 2016 que Marielle Franco, mulher, negra, socióloga, feminista, bissexual, mãe, nascida e criada na favela da Maré, e defensora dos direitos humanos, se elegeu como a quinta vereadora mais votada do Rio de Janeiro, o terceiro maior colégio eleitoral do Brasil, na sua primeira candidatura. Ela não foi a primeira pessoa cuja identidade desafiava o perfil tradicional da política brasileira – em geral, ocupada por homens brancos, ricos, heterossexuais e cisgêneros – a ser eleita no país. Nomes como Benedita da Silva, Leci Brandão e Antonieta de Barros lhe abriram caminhos. Mas o sucesso da campanha de Marielle aconteceu na esteira das Jornadas de Junho de 2013 e da primavera feminista, lideradas majoritariamente por ativistas jovens, e assumiu um sentido muito importante na história recente do Brasil.
Os desdobramentos da movimentação que tomou as ruas – e as redes sociais – no país a partir de 2013 para a política institucional são diversos e ainda um desafio para quem os estuda. Mas, sem dúvida, eles incluem a destituição da primeira mulher presidenta do Brasil, Dilma Rousseff, em Agosto de 2016, a união de forças em torno da extrema direita, que teve seu auge com a eleição de Jair Bolsonaro em 2018, e o impulsionamento de candidaturas, principalmente às casas legislativas, com pautas feministas.
Os protestos, que depois passaram a ser disputados por forças conservadoras e neoliberais, se iniciaram como oposição ao aumento do preço do transporte público e cresceram para abraçar uma demanda importante por representatividade, combate à desigualdade, melhoria dos serviços públicos e novas formas de governar, mais inclusivas e populares. No pleito de 2016, outros vereadores e vereadoras foram eleitos Brasil afora com agendas elaboradas sob esta perspectiva. Mas o volume de votos que Marielle recebeu numa cidade do tamanho do Rio de Janeiro – 46 mil – confirmou a existência de um espaço importante para a construção de alternativas populares às desigualdades históricas que marcam o país. Para nós, ativistas, era a produção de uma alternativa concreta à política tradicional e uma vitória importante diante da forte onda conservadora que já se formava no horizonte próximo. A visibilidade de um corpo feminino negro LGBTI ocupando um espaço de poder institucional fez brilhar um pouco mais os nossos olhos e mostrou outro futuro possível.
Em sua mandatA coletiva, como era chamada para destacar a perspectiva feminista que organizava sua atuação política, trabalhavam jovens, mulheres negras e pessoas trans. Em pouco mais de um ano como parlamentar, seu gabinete apresentou ao todo 16 projetos, elaborados principalmente para garantir direitos para mulheres, população negra, LGBTIs e moradoras e moradores de favela. Marielle também denunciava a violência policial nas favelas cariocas e, antes de decidir se candidatar, trabalhou com organizações de base na favela da Maré e, por dez anos, na Comissão de Direitos Humanos da Assembleia Legislativa do Rio de Janeiro, onde atuou diretamente com vítimas de violações cometidas pelo Estado. Apesar das adversidades, ela não se deixou abater e lutou por si e por outras.
Os nove tiros que atingiram o carro onde ela estava no Centro do Rio de Janeiro na noite do dia 14 de Março de 2018 – quatro deles na cabeça – e que vitimaram também o motorista Anderson Gomes chocaram o mundo. Eles mataram uma vereadora em pleno exercício de mandato numa das maiores cidades do país, mas também a mãe de Luyara, a noiva de Mônica, a irmã de Anielle, e a filha de Dona Marinete e do Sr. Antônio. Interromperam a trajetória ascendente de uma ativista que se tornou referência e portaram uma mensagem clara: “não ousem disputar os espaços de poder”.
Três meses antes do assassinato de Marielle Franco, relatório da Anistia Internacional mostrou que o Brasil era o país das Américas onde mais se matavam defensoras e defensores de direitos humanos. Mulheres defensoras geralmente são alvos de formas particulares de violência, uma vez que seus ativismos costumam ser percebidos como desafiantes das noções tradicionais de família e gênero. A morte de Marielle escancara a vulnerabilidade no Brasil de quem encarna em seu próprio corpo o questionamento à hegemonia da branquitude, da heteronormatividade, do patriarcado, do colonialismo e do capitalismo e, além disso, mobiliza-se e age contra esses sistemas.
Mas o luto por sua morte transbordou e virou luta. A dor e a revolta diante do aniquilamento abrupto e violento percorreram as veias de ativistas de todo o país, inflamando a resistência, a busca por respostas para o crime, por responsabilização para os envolvidos e pelo avanço e o aprofundamento da agenda política que ela representava e defendia. Marielle é semente frutífera. Seu nome significa o respeito à voz feminina negra periférica e LGBTI.
Nossa fúria coletiva impulsionou um número crescente e recorde de candidaturas representativas de identidades historicamente excluídas eleitas nos pleitos seguintes em todo o Brasil. Tomamos as ruas exigindo justiça por Marielle e Anderson, seu nome e suas pautas se tornaram conhecidas em todo o mundo. No ano passado, sua viúva se elegeu também vereadora do Rio de Janeiro, demandando soluções para o crime, e seus pais, sua irmã e sua filha fundaram o Instituto Marielle Franco, para cultivar seu legado, defender sua memória, cobrar justiça e apoiar pessoas negras e faveladas que, como Marielle, desejam mover as estruturas políticas do país. Nas eleições municipais de 2020, a organização lançou a Agenda Marielle, para candidatos e candidatas que quisessem se comprometer com pautas antirracistas e feministas em todo o país. Oitenta e uma delas foram eleitas. Se desejavam apagar Marielle, o contrário aconteceu.
Três anos depois de seu assassinato, cometido seis dias após o Dia Internacional das Mulheres, nos somamos às mobilizações deste mês de março tão importante para a pauta feminista e de mulheres para refletir sobre seu legado e de sua agenda para nós. Nossos desafios são enormes. Mas, desde nossos contextos diversos, seguimos firmes em nossos campos de atuação. Somos mulheres indígenas em defesa de nossos territórios e de nossos corpos, alvos do racismo, do machismo e do capitalismo que quer explorar e extrair riquezas de nossas terras, matas e águas. Em meio à pandemia de COVID-19, invasores levam o vírus e o desmatamento para nossas comunidades.
Somos feministas antirracistas lutando contra as manifestações perversas do racismo estrutural no Brasil, dentre elas, o homicídio de jovens negros, a desigualdade salarial e a violência de gênero e o feminicídio, cujas principais vítimas são mulheres negras. A crise sanitária em curso já matou mais de 278 mil pessoas no país e estudos mostram que pessoas pretas e pardas têm mais chances de serem infectadas e hospitalizadas. Como ativistas anti-punitivistas no Rio de Janeiro e em Belo Horizonte, atuamos pelos direitos humanos das mulheres cis e trans que têm relação com o sistema prisional e socioeducativo, principalmente adolescentes, negras, grávidas, puérperas, lactantes e estrangeiras.
Somos jornalistas comprometidas com os direitos humanos, dedicadas a vocalizar pautas urgentes contra os sistemas de opressão. Num contexto em que a vida se torna cada vez mais mediada pelo virtual, processo intensificado pela pandemia, mulheres, especialmente negras, e pessoas não binárias estão expostas a violências e todos os tipos de ataque. Estamos comprometidas em oferecer formação para que jovens negras e indígenas entrem no mundo da programação, como estratégia para incentivar a produção de tecnologias inclusivas e seguras para todas nós.
Somos muitas e diversas, mas estamos conectadas pela defesa dos direitos humanos dos corpos mais afetados pelos sistemas de opressão e pela busca por superá-los. Partindo de lugares diferentes, nossos ativismos invariavelmente se cruzam com a trajetória de Marielle e seu legado, que ecoa junto a muitas mulheres, pulsando vida, memória e continuação da luta contra as injustiças e tentativas de aniquilamento físico e simbólico.
Em outubro do mesmo 2018 em que Marielle foi assassinada, Jair Bolsonaro, um ex-capitão do Exército que passou 30 anos como deputado federal sem jamais ter um projeto de lei aprovado e que até então só aparecia no noticiário ao chamar atenção com posicionamentos em defesa da ditadura militar e ataques a mulheres, indígenas, quilombolas, pessoas negras e LGBTQIA+, foi eleito presidente do Brasil. A adesão da sociedade brasileira à sua candidatura indica uma escalada do conservadorismo e da normalização da violência de Estado no país. Sua eleição é também sintoma, não apenas causa dos nossos problemas.
Durante a campanha, Bolsonaro prometeu acabar com todas as formas de ativismo. De lá para cá, defensores e defensoras de direitos humanos enfrentam cada vez mais desafios e o programa nacional desenhado para protegê-los está encolhido e desmantelado. Em 2019, foram mortos 24 defensores do meio ambiente no Brasil, dentre eles 10 indígenas, colocando o país em quarto lugar entre os mais violentos do mundo para ativistas de direitos humanos. O silêncio das autoridades, que seguem até hoje sem apresentar respostas à pergunta “Quem mandou matar Marielle e Anderson, e por quê?”, feita em todos os cantos do mundo, nas mais diversas línguas, é um indicativo de que estamos vulneráveis e de que ataques contra nossos corpos seguem sendo tolerados no Brasil.
Entre 2016 e 2020 – antes das eleições municipais – a violência política aumentou em 37%, sendo as mulheres vítimas em 76% dos casos. Se por um lado, após a morte de Marielle, candidaturas vitoriosas de mulheres negras, trans, indígenas e LGBTQIs avançaram, por outro, o contra-ataque foi forte. Companheira de partido e amiga de Marielle, Talíria Petrone, deputada federal e mulher negra, foi forçada a mudar de cidade ano passado e está sob proteção, após receber ameaças de morte. Depois das eleições de 2020, diversos casos de ataques racistas e transfóbicos foram registrados contra pessoas eleitas. Na última semana de janeiro de 2021, três vereadoras trans e negras – Erika Hilton, Carolina Iara e Samara Sosthenes – foram alvos de ataques e ameaças em São Paulo, incluindo tiros disparados em frente à casa de uma delas – Carolina, que também é intersexo. Eles seguem tentando nos intimidar, mas nós continuaremos avançando.
Diante desse cenário de crescente conservadorismo, supressão de direitos e tentativa de minar nossas existências, é importante apoiar as revoluções cotidianas produzidas e impulsionadas por mulheres negras, indígenas e periféricas em todos os ambientes que historicamente lhes foram negados. Apoiar tais rupturas no sistema colonial significa garantir recursos financeiros e não financeiros a meninas, jovens e mulheres negras, indígenas, quilombolas, LGBTQI e antirracistas nos seus territórios e dar continuidade ao legado de Marielle e tantas outras. É permitir que a estrutura que tenta coibir nossas existências em toda a sua diversidade não nos amedronte e que transformemos o ódio que é destilado a quem defende os direitos humanos em ações concretas baseadas no afeto, no diálogo e na construção coletiva.
Um dia após mais um 14 de Março, reforçamos o chamado de solidariedade internacional com o momento crítico que atravessa o Brasil. Às autoridades brasileiras, nos somamos à família de Marielle e às suas infinitas sementes espalhadas por todo o mundo, mas principalmente pelas periferias do país, para perguntar: “Quem mandou matar Marielle e Anderson, e por quê?”. Março, mês de luta pelas mulheres, se tornou também mês de luta por justiça para Marielle. Ela nos permitiu olhar para o céu e sonhar com futuros possíveis para nós, por nós, e a partir de nós.
Por ColetivA Teia, Minas Programam, Elas Existem, Rede Pelas Mulheres Indígenas, grupos apoiados por FRIDA | The Young Feminist Fund no Brasil; Amanda*, assessora de FRIDA no Brasil; e Letícia Vieira, Veronica Veloso e Juliana Câmara, equipe de FRIDA no Brasil.
*Trocamos seu nome por respeito a sua privacidade